Esta columna de Hans Stegeman ha sido publicada originalmente en el diario Cinco Días el día 3 de agosto de 2024.
La semana pasada fue el día más caluroso de la historia reciente [el autor se refiere a la semana anterior a la redacción de esta columna y, en concreto, al día 22 de julio de 2024]. Nos volvemos insensibles a este tipo de noticias porque desde hace más de un año cada mes ha establecido un récord de temperatura global. Existe una gran posibilidad de que a principios de la década de 2030 superemos el umbral de 1,5°C definido en el Acuerdo de París. Deberíamos sentir la urgencia de un planeta en calentamiento para acelerar la transición energética, pero el estrés térmico parece que lleva a la inacción. Aún estamos lejos de movilizar el capital necesario para lograr la transición energética.
¿Qué se puede hacer para acelerar la financiación climática? Desde muchos ámbitos se ve la financiación climática como un cuello de botella crítico para acelerar la transición energética. Abarca una gama amplia de instrumentos financieros destinados a abordar los desafíos climáticos, que incluyen subvenciones y préstamos de instituciones públicas como gobiernos y fondos multilaterales, así como bonos verdes, impuestos al carbono e inversiones privadas.
Todos esos recursos financieros se destinan a mitigar los impactos del cambio climático o a mejorar la resiliencia y la adaptación a las nuevas realidades que enfrentamos. Para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, los flujos financieros actuales deberían aumentar al menos tres veces, pero a pesar de realizar esfuerzos importantes todavía hay un déficit sustancial en la financiación necesaria.
Esta cuestión se describe a menudo como una "brecha de financiación", un desajuste entre los proyectos que requieren financiación y el capital disponible para respaldarlos. La Climate Policy Initiative estima que para lograr el cero neto se necesitan 6,2 billones de dólares en financiación climática cada año 2030 y 7,3 billones de dólares anuales en 2050. Un acumulado de casi 200 billones de dólares.
¿Significa esto que simplemente necesitamos poner a disposición esa cantidad para la transición energética? La realidad es más compleja. Los gobiernos y el sector financiero todavía canalizan fondos sustanciales hacia la energía fósil. Según el Fondo Monetario Internacional, los subsidios mundiales a los combustibles fósiles ascendieron a 7 billones de dólares en 2022, el 7,1 % del PIB mundial. No se trata de encontrar más dinero, sino de reasignar los fondos. Necesitamos descongelar el capital de los activos varados y redirigirlo hacia la transición energética.
Hay una razón por la que el capital se asigna aún de manera incorrecta. Los combustibles fósiles generan mayores beneficios que las energías renovables. Eso refleja una "asimetría financiera" en la que es fácil obtener ganancias de la explotación de la naturaleza, donde los recursos y las externalidades están infravalorados, y esto genera emisiones de carbono. Lo opuesto (invertir en restaurar la naturaleza) es más difícil porque a menudo produce rendimientos financieros limitados, a pesar de crear un valor público significativo. Redireccionar el capital requiere un cambio de mentalidad y reconocer que las ganancias privadas no deben darse a expensas del bienestar público.
Esta asimetría financiera hace surgir mecanismos financieros innovadores para hacer viable la financiación de la mitigación del cambio climático. Los mercados responden naturalmente a esta demanda con oferta, y viceversa. La buena noticia es que se logran avances y los volúmenes del mercado aumentan en todos los ámbitos, aunque todavía están lejos de lo que se necesita para cumplir los objetivos climáticos globales.
En primer lugar, se observa un cambio creciente hacia la financiación combinada, en la que los fondos públicos cubren las pérdidas y los riesgos iniciales, lo que apalanca el capital privado. En 2023, la financiación combinada alcanzó un máximo de cinco años y la financiación combinada relacionada con el clima aumentó un 107 %, de 5.600 millones de dólares en 2022 a 11.600 millones de dólares en 2023. Aunque este progreso es alentador, los esfuerzos son todavía limitados en el contexto más amplio de lo que se necesita para abordar la crisis climática.
En segundo lugar, el mercado de bonos verdes (préstamos destinados a financiar proyectos de sostenibilidad, incluidas las iniciativas climáticas) tuvo un primer trimestre sólido en 2024, tras un buen desempeño en 2023. La emisión total va camino de alcanzar 1 billón de dólares este año. Sin embargo, simultáneamente los mayores emisores, principalmente los gobiernos, aumentan su gasto en subsidios a los combustibles fósiles.
En tercer lugar, los mercados de carbono representan un enfoque aún más innovador. Existen en parte porque los reguladores han introducido topes y precios de emisiones de carbono, el más grande el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS, por sus siglas en inglés) de la UE. En 2023 se negociaron aproximadamente 12.500 millones de toneladas métricas de permisos de emisiones de carbono en el mundo y el valor del mercado alcanzó los 949.000 millones de dólares, un aumento del 2 % respecto a 2022. El ETS representó el 87 % del total mundial y se espera que este mercado se expanda aún más si los gobiernos implementan regulaciones de emisiones más estrictas.
Ahora el foco está puesto en los Mercados Voluntarios de Carbono (VCM, por sus siglas en inglés), donde las iniciativas de restauración de la naturaleza generan ingresos mediante la venta de créditos de carbono. Sin embargo, esos mercados están plagados de controversias, incluidas las preocupaciones sobre los estándares, el lavado de imagen ecológico y la rentabilidad de los proyectos. Si bien los VCM son una solución innovadora prometedora, todavía están en sus primeras etapas, con un volumen global proyectado de solo 3 mil millones de dólares este año. Dada la magnitud de los desafíos que enfrentamos, esa cantidad es apenas una gota en el océano.
La financiación climática gana terreno y las soluciones innovadoras atraen aún más atención. Sin embargo, no es suficiente para enfriar el planeta. La financiación adicional necesaria para la mitigación y adaptación climática no solo provendrá de innovaciones financieras, sino de políticas sólidas, como un impuesto global al carbono, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, estándares obligatorios para mercados emergentes como los créditos de carbono y un compromiso firme de los gobiernos para eliminar gradualmente los combustibles fósiles.
Estas medidas crearían un campo de juego equilibrado que facilitaría que las finanzas tradicionales apoyaran la transición energética sin depender únicamente de la innovación financiera. Debemos mantener la cabeza fría porque la financiación de la transición energética se verá más facilitada por una financiación menos favorable a los combustibles fósiles que por innovaciones financieras.
Hans Stegeman es el economista jefe de Triodos Bank
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