Quizá uno de los cambios sociales más disruptivos de los últimos 10 años sea la distribución del poder en la sociedad. El poder ya no es propiedad exclusiva de quien tiene el dinero o de quien gobierna, sino que está en manos de quien tiene la buena idea, el altavoz adecuado, la comunidad que le sigue, la capacidad de cambiar las cosas y de crear otras nuevas.
El poder de influencia ya no está solo en manos de los grandes medios de comunicación. Está también en el youtuber que desde su habitación se comunica con más de 6 millones de personas.
El poder de cambiar la forma de viajar no lo tiene la mayor industria hotelera del mundo, sino los dueños de pisos y casas en todo el mundo, que ceden o alquilan sus espacios como y cuando quieren.
El poder de definir y difundir el conocimiento no lo tiene la Enciclopedia Británica, sino tú y yo. Desde el sofá de nuestras casas, con un ordenador, una conexión a internet, y una autorización para colaborar en Wikipedia, la plataforma creada por el emprendedor social (que no millonario) Jimmy Wales.
El poder para posicionar la marca de un país ya no depende solo de las grandes empresas, sino de personas innovadoras y emprendedoras como Rafael Matesanz, que cuando descubrió por qué no funcionaba el sistema de trasplantes de órganos en España creó y lideró un nuevo modelo de gestión. Hoy España es el país del mundo con la tasa más alta de donación y trasplantes de órganos.
Si el poder para cambiar lo que no funciona, para acabar con el hambre, la desigualdad o la discriminación estuviera en manos de unos pocos, y dependiera solo de su rentabilidad, el camino para lograrlo sería lento y complicado.
Pero la buena noticia es que la tecnología, la educación y la nueva forma de organizar el mundo ponen el poder al servicio de las personas, y logran que ciudadanos con inquietud por cambiar lo que no funciona tengan las herramientas y la capacidad para hacerlo.
El poder es una cuestión de actitud, de pasión y de capacidad. Por eso es esencial que eduquemos a nuestros hijos con esta mentalidad, haciéndoles conscientes de la capacidad que tienen para cambiar lo que no les gusta. En el colegio, como en casa. Como padres, madres, profesores o educadores, tenemos que darles las herramientas necesarias para que sepan que ellos también tienen poder.
Eso es lo que están haciendo muchas escuelas en España y en el mundo. Gracias al liderazgo y el trabajo conjunto con profesores, padres, alumnos, directores y otros centros educativos, hay escuelas que ya no educan para el empleo o para la rentabilidad del futuro de sus alumnos, sino que educan para el cambio. Educan para que los niños y jóvenes practiquen cada día la empatía y la pongan al servicio de su comunidad. Educan para que el aula no sea un espacio solo de aprendizaje, sino de creación de soluciones.
Las Escuelas Changemaker, una red global de escuelas pioneras en esta visión, están liderando este movimiento, y las siguen cientos de escuelas públicas, concertadas y privadas en todo el mundo, que desde la innovación y la colaboración están diseñando una sociedad en la que todos somos poderosos.
ANA SÁENZ DE MIERA
ASHOKA ESPAÑA
Ana Sáenz de Miera es directora de Ashoka España y codirectora de Ashoka Europa. A lo largo de su vida profesional, Sáenz de Miera ha ocupado puestos dedicados a la cooperación al desarrollo y asistencia al menor y a las familias. Ashoka es una red global de emprendedores sociales que trabaja por la innovación y el emprendimiento en 90 países.
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