No son muchos los asuntos globales que tienen esa dimensión y cuyas consecuencias son tan graves sobre la vida de las personas.
Para un tercio de la población mundial el acceso al saneamiento es apenas un gesto cotidiano: la cobertura en América del Norte y Europa está por encima del 90% desde hace décadas. Para el resto la falta de saneamiento es uno de los mayoresproblemas de salud a los que se enfrentan cada día, y quizá la gran “innovación” pendiente para mejorar sus vidas.
Elsaneamiento es un derecho humano, reconocido desde el año 2010 por Naciones Unidas, que tiene una influencia decisiva sobre el ejercicio de otros derechos como la salud, la educación, la alimentación o el desarrollo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la falta de saneamiento causa en el mundo 280.000 muertes por diarrea al año (más que las guerras y el terrorismo): se trata de una catástrofe a cámara lenta que escapa de la atención de medios de comunicación y programas políticos.
La extensión y la gravedad del problema de saneamiento lo ha situado en los últimos años en el primer plano de la agenda global. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la Asamblea de Naciones Unidas en 2015 incluyen entre sus metas el acceso universal al saneamiento antes de 2030, y un actor clave como la Fundación Bill y Mellinda Gates ha invertido en la última década 200 millones de dólares en la búsqueda de tecnologías de saneamiento baratas y sostenibles.
A pesar de todo, la OMS y UNICEF calculan que al ritmo actual no solo estamos lejos de la meta comprometida para 2030, sino que el acceso universal no se alcanzará hasta el año 2107. La falta de voluntad política, la discriminación y exclusión de los colectivos más perjudicados, y la invisibilidad y el tabú que pesan todavía sobre el saneamiento en muchas regiones hacen que la acción vaya mucho más lenta de lo necesario. Organizaciones de la sociedad civil como End Water Poverty, Sanitation and Water for all o la ONG española ONGAWA, Ingeniería para el Desarrollo Humano, llevan años exigiendo a gobiernos e instituciones multilaterales redoblar los esfuerzos para asegurar este derecho a todas las personas.
ONGAWA
Conocimiento técnico al servicio de la Humanidad
En 1991, un grupo de estudiantes y profesores universitarios del ámbito de la ingeniería y otras disciplinas, concienciados por acercar la tecnología al desarrollo humano, formaron una asociación que hoy es Ongawa. Su objetivo era canalizar sus conocimientos hacia el bienestar de las personas mediante la mejora del acceso al agua y el saneamiento, energía, tecnologías de la información y técnicas agrícolas. La entidad ha recibido financiación de Triodos Bank para su actividad.
¿Qué significa tener acceso a saneamiento?
Tener garantizado el derecho al saneamiento supone contar con instalaciones adecuadas, no compartidas con otras familias, y con sistemas de gestión que garanticen la separación higiénica de las excretas del contacto humano a lo largo de toda la cadena, desde la recogida hasta su eliminación.
Esta separación es la clave para reducir la incidencia de enfermedades como el cólera y la diarrea, y se logra mediante el drenaje a través de alcantarillado en zonas urbanas, o la adecuada gestión de las fosas en las que se almacenan los excrementos en las áreas rurales. El derecho al saneamiento incluye también contar con los medios necesarios para una higiene adecuada, incluyendo agua y jabón, que permitan asegurar la eliminación de patógenos.
Pero contar con un saneamiento adecuado en el hogar no es suficiente: el lugar de trabajo o la escuela son también espacios en los que debe poder ejercerse este derecho y, por tanto, deben ser una prioridad de las políticas públicas. Los niños y niñas son los más vulnerables a las enfermedades gastrointestinales, y contar con instalaciones seguras de saneamiento e higiene en la escuela reduce significativamente la incidencia de estas enfermedades y mejora su rendimiento escolar y su desarrollo. 620 millones de niños en el mundo no cuentan con saneamiento en su colegio.
No dejar a nadie atrás
ONGAWA es una organización española que trabaja desde hace años por extender los derechos humanos al agua y al saneamiento en algunas de las zonas más pobres del planeta. Nuestros programas promueven el acceso a saneamiento a comunidades rurales en países como Nicaragua, Tanzania o Mozambique, facilitando instalaciones adecuadas y trabajando codo con codo con las organizaciones comunitarias y las administraciones locales para asegurar su gestión sostenible.
Hace unos meses, por ejemplo, finalizamos la instalación de letrinas en una escuela rural de Manhiça, al sur de Mozambique, y completamos un programa formativo de promoción de higiene para los 1.700 niños que asisten cada día. Fortunato es uno de los profesores y es muy consciente de su importancia para la salud y la educación de su alumnado: “los baños de calidad que tenemos ahora evitarán cóleras y otras enfermedades que son evitables”. Carolina tiene trece años y forma parte del grupo de higiene y saneamiento de la escuela y cree que “estamos mejorando ahora, antes muchos se ponían malos por enfermedades relacionadas con el agua sucia”.
No dejar a nadie atrás es el lema de la Agenda de Desarrollo Sostenible, que incluye el acceso universal al saneamiento entre sus metas. Para que sea algo más que palabras es necesario movilizar capacidades y recursos a una escala sin precedentes. En el caso del saneamiento, el Banco Mundial calcula que es necesario triplicar los niveles de inversión actuales para alcanzar el acceso universal antes de 2030.
Los medios y las soluciones tecnológicas para enfrentar la crisis global de saneamiento están disponibles desde hace tiempo, pero es necesario que administraciones públicas, organismos internacionales, ONG y empresas multipliquen su esfuerzo. Las personas más pobres y vulnerables no están, sin embargo, entre las prioridades de los mercados ni de los gobiernos, y por eso corren el riesgo de quedarse atrás. Que no sea así depende de su poder para exigir sus derechos, y nos toca a todos ayudarles a hacerlo.
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