¿Es posible que la locura de la administración Trump 2.0 tenga algo de bueno? Con un poco de imaginación, podría ser que sí. A corto plazo, sus aranceles a la importación podrían generar un descenso del comercio mundial y del crecimiento económico y, por tanto, a una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y a largo plazo, las políticas industriales agresivas y proteccionistas de los grandes bloques económicos podrían provocar una "carrera energética", en la que los países intentarían superarse unos a otros en una carrera sostenible hacia las energías y las tecnologías verdes.
Pero, para llegar a ese escenario, hay que tener mucha imaginación. Estamos pasando por alto, por ejemplo, el hecho de que seguimos inmersos en un sistema económico basado en el crecimiento. Y ese escenario que planteamos va en contra de la lógica económica y de los escenarios climáticos existentes.
La globalización se está estancando antes de lo previsto
Resulta tentador culpar de la crisis climática a un mundo cada vez más interconectado. En efecto, el excesivo consumo occidental de productos chinos y asequibles genera un innecesario volumen de emisiones. Pero, en realidad, es lógico que los países se especialicen en determinados productos o servicios y luego comercien entre sí, como apuntaba el economista David Ricardo hace ya dos siglos. Todo el mundo sale ganando.
Sin embargo, hay que tener en cuenta todos los costes, incluido el impacto sobre el clima. De lo contrario, las ganancias actuales se producirán a costa de las generaciones futuras. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo. Se fabrican grandes cantidades de productos (inútiles) en países que generan una elevada huella de combustibles fósiles y se transportan hasta aquí, dejando todo un reguero de contaminación por el camino. Y de las consecuencias ya nos ocuparemos más adelante.
Un impuesto mundial sobre el CO2 resolvería en gran medida este problema. Gracias a ese impuesto, no podría llevarse la producción —de forma casi ilimitada— a países donde pueda seguir emitiéndose CO2 por un módico precio. La globalización de los impuestos sobre el CO2 podría, por tanto, frenar el excesivo consumo de Occidente.
Al igual que ocurrió con la globalización del comercio mundial —iniciada con la caída del Muro de Berlín y la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC)— la globalización del clima se beneficiaría de la cooperación a través de organizaciones intergubernamentales. Pero en el mundo actual de políticas proteccionistas, se están levantando muros otra vez. Los regímenes autocráticos cotizan al alza y, con ellos, el modelo Trump: acuerdos bilaterales centrados exclusivamente en los beneficios económicos. El consumo sigue siendo el bien supremo, pero ese enfoque autocrático, lleno de barreras comerciales, provoca una distribución menos eficiente de la producción entre los países y, por tanto, genera una mayor contaminación.
Por tanto, no es que la globalización haya ido demasiado lejos, es que ha tenido una muerte prematura, antes de poderle conceder al clima una oportunidad.
Los escenarios climáticos prevén un aumento del calentamiento
Los escenarios climáticos de la NGFS (red para everdecer el sistema financiero) muestran claramente que esta fragmentación global no es buena para el clima. Estos escenarios se suman a los modelos económicos "tradicionales", en los que las emisiones de gases de efecto invernadero sólo se asocian con la producción y el consumo. En esos modelos tradicionales, la creciente fragmentación mundial conduce a un descenso de las emisiones a largo plazo, ya que genera una menor actividad comercial y un menor crecimiento económico.
Pero ese escenario no tiene en cuenta el resto de consecuencias de dicha fragmentación mundial, por ejemplo, en materia de políticas del clima y objetivos climáticos. Sin embargo, el escenario climático de ese “mundo fragmentado” elaborado por la NGFS sí que tiene en cuenta esas consecuencias, al asumir una serie de retrasos en la adopción de políticas del clima y unos objetivos climáticos muy dispares. Ese escenario calcula las consecuencias de que los precios del carbono varíen de forma considerable de una región a otra. Conclusión: la falta de medidas adoptadas por algunos países socava las ambiciosas políticas de otros países. El resultado es que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero son mucho más elevadas que si hubiera existido una política climática coordinada a nivel mundial.
Lo irónico de la cuestión es que esta fragmentación climática prácticamente no guarda ninguna relación con los aranceles a la importación. Aunque estos gravámenes terminaran reduciéndose al mínimo, parece que el daño ya está hecho. Se ha generado un clima de desconfianza mundial y, con la rápida caída de Estados Unidos hacia la autocracia, la cooperación multilateral resulta cada vez más improbable. Parece que le toca a la UE insuflar una nueva vida a la cooperación internacional pero, ¿llegaremos demasiado tarde?"
Esta opinión se publicó originalmente en neerlandés en Financial Investigator
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