Has escrito cartas dirigidas al poeta Federico García Lorca en cabeceras como Andaluces Diario, eldiario.es y Público. ¿Cómo surge tu estima por el poeta y qué te inspira?

Desde la adolescencia quedé atrapada por el universo de Federico cuando en el instituto me hablaron de La casa de Bernarda Alba. Fue un poeta y un autor con el que empaticé, quizá también por el hecho de estar cerca, al ser él de Granada y yo de Málaga. Pero también por plantear una realidad que me era igualmente cercana por las propias mujeres de mi entorno, que vivieron la preguerra y la posguerra. Contaba historias sobre unas mujeres que yo, de una u otra forma, conocía. Y lo que siempre me ha inspirado de él es que convertía a esas mujeres en sus protagonistas.

Federico se interesó en general por las personas más vulnerables, por la justicia social, por “bajar al fango”, como él decía, lejos de la burguesía y de las élites. Eso fue, sin duda, lo que más me acercó a él.

¿Cómo tuviste la idea de reunir a las protagonistas de las obras de Lorca en la Huerta de San Vicente, último hogar del autor?

Yo he leído y releído a Federico, pero no sólo su obra, sino también su pensamiento, y me encantan sus cartas personales. Me gusta ver cómo evoluciona no solo en lo artístico, sino también personalmente. Cómo se enfrenta a los dilemas de la vida. Todo eso ha sido para mí un aprendizaje continuo y sobre el que he reflexionado mucho.

Evidentemente, yo también he evolucionado desde aquella adolescente que tenía 14 años la primera vez que escuchó hablar de Federico a la Ana Bernal de hoy, de 41. He vivido experiencias que me han hecho pensar en esas protagonistas que vivían cosas parecidas, en mayor o menor medida. Eso me llevó a plantearme cómo hubieran tomado ellas otras decisiones si hubiesen tenido otras posibilidades, de haber nacido en otro tiempo. Siempre he valorado mucho haber podido estudiar mientras otras mujeres en mi familia nunca pudieron hacerlo. Eso me ha permitido ser independiente y me ha dado una disposición diferente ante la vida.

¿Qué quieres contar a través de estas mujeres emblemáticas?

Como la sociedad no está muy formada en memoria histórica feminista, vi una buena ocasión de aprovechar y pedirle a Federico, con todo el respeto a su obra, que me prestara a sus protagonistas para intentar acercar la historia de las mujeres y la violencia que las atraviesa. También he querido reflexionar sobre algo que supera todos los tiempos y que son el silencio y la culpa. Todavía en 2022, cualquier mujer víctima de violencia con la que hables los arrastra como cada una de las protagonistas de Federico. Además, quiero mostrar que solo unidas seremos capaces de vencer nuestras limitaciones. Una unión sincera, sin miedo ni vergüenza.

Ha pasado casi un siglo desde que Lorca dio vida a las mujeres que protagonizan la novela. ¿Qué ha cambiado para las mujeres en este tiempo y qué no?

Han cambiado las leyes, hay cambios sobre el papel, pero aún hay unas dinámicas sociales de estereotipos y de maltratos de género muy vigentes a pesar de esos cambios legislativos. Todavía vemos sentencias muy machistas que no respetan los derechos humanos de las mujeres ni los marcos internacionales.

Ha cambiado la vida en algunos derechos más consolidados, como el derecho al voto o a la educación. Y, por ejemplo, para las protagonistas es muy llamativo que ahora las mujeres puedan separarse, el derecho al divorcio. Venimos de una situación en que las mujeres tenían que pedir permiso para todo, una vez casadas. Estar soltera estaba mal visto… y creo que eso no ha dejado de pasar del todo. Las preguntas sobre si estás soltera o casada continúan, o si somos madres o no. Y fuera de nuestras fronteras, en algunos países es una deshonra tener mujeres solteras en la familia y se conciertan matrimonios forzosos. La realidad es esa en todo el mundo y esta es una forma de recordarlo y reflejarlo.

¿Cómo ha sido el proceso para encontrar la voz de cada una de las protagonistas de Las mujeres de Federico?

Ha sido lo más complicado, porque he tenido que hacer una documentación profunda, ver qué vocabulario usaba cada una para saber hacia dónde podría ir su voz o qué necesidades tendría que manifestar.

Para mí era muy importante que, al adentrarse en la obra, quienes la lean reconozcan a la Zapatera con una sola frase, a Yerma, a Bernarda. Que fueran sean identificables por lo que dicen y cómo lo dicen. Ese ha sido uno de los procesos que más me ha costado.

Uno de los aspectos que hacen muy especial el libro son las ilustraciones de Lady Desidia. ¿Qué aportan a la novela y cómo ha sido el trabajo en común?

El trabajo de Lady Desidia habla por sí solo para quien se acerque al libro. Desde la propia portada a todos los detalles del interior. El trabajo juntas ha sido maravilloso, porque he tenido una compañera que es todo sororidad.

Al principio tenía muchas dudas sobre hacer un libro ilustrado, porque pensaba que le iba a quitar importancia al texto. Pero Màxim Huerta me aconsejó y me recordó que hay grandes obras ilustradas como Platero y yo o El principito. Y me borraron todos los miedos y al final me he dado cuenta de que este libro tenía que ser ilustrado. Hacía falta darles un cuerpo a las protagonistas, identificarlas. A su vez, la ilustración alimenta la narración con un espacio físico y humano, contribuye a hacer más humanas a unas protagonistas que, de otra forma, se hubieran quedado solo en ese papel.

Eres periodista y, aparte de colaborar con diferentes medios de comunicación, ya habías publicado un ensayo feminista, pero esta es tu primera novela. ¿Con qué objetivo te has decido a cambiar de género literario?

Gran parte de la población no se va a acercar a lo que escribo normalmente, que son ensayos y trabajos académicos, y he querido acercarme a más gente, intentar que esa visión y la defensa de los derechos de las mujeres que hago llegue al mayor público posible. Creo que tenemos el deber de probar todas las variantes expresivas y artísticas para acercar esa realidad. Y las mujeres de Federico, las protagonistas de su obra, eran el mejor recurso literario que tenía, porque todas y cada una plantean temas universales como el matrimonio, la maternidad o el deseo.

¿Qué te impulsa a seguir con tu trabajo por la igualdad, a pesar de las “críticas” que, muchas veces, supone hacerlo? ¿Cómo animarías a otras personas a que no cejen en el empeño aún en los momentos difíciles?

Lo que me impulsa a trabajar, a pesar de críticas muy duras no solo de los machistas y del negacionismo, sino también de algunas compañeras feministas, son las víctimas y las supervivientes de la violencia. Es duro y muchas veces te sientes sola y quieres tirar la toalla, pero cuando me hablan huérfanas y huérfanos, niñas y niños que han padecido violencia de género y te dicen, por ejemplo, que reaccionaron por un artículo tuyo, compensa infinitamente. Te das cuenta de que las críticas no son tan importantes.

Yo creo que es eso lo que me lleva a involucrarme todavía, es un compromiso personal. También porque sabes que puedes terminar ayudando a que alguien piense sobre ello, aunque sea solo a una persona. No puedo asesorar ni recomendar, pero sí puedo crear consciencia.

Además, creo que cualquier persona, desde su núcleo familiar o desde su trabajo, puede ejercer la tarea de defensa de los derechos de las mujeres, que no somos un colectivo, sino la mitad de la población. Aunque la situación no pinta muy esperanzadora, solo saldremos adelante si se involucra todo el mundo.

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