Hace unos días me comentaba una compañera de Triodos Bank que había recibido un correo de un doctor en Filosofía sugiriendo que el término de banca ética no es válido porque éticas existen muchas, incluidas la egoísta o la individualista. En su lugar, nos propone utilizar otro término, “banca solidaria”.
No puedo permitirme entrar a debatir con alguien que sin duda sabe más que yo sobre el significado exacto del término ética, pero le agradezco su escrito porque me ofrece la oportunidad de explicar por qué en Triodos decimos que hacemos banca ética. Para empezar, aunque realmente sonaría muy bien, confundiríamos a la gente si nos diésemos el nombre de banca solidaria, porque no somos exactamente eso. Como he explicado en alguna ocasión anterior, causando decepción o estupor entre algunas personas, no somos una ONG, sino que cumplimos una función social distinta.
Personalmente no soy muy amigo de los apellidos que acompañan a la banca ética, el comercio justo o la agricultura ecológica, entre otros. Porque creo que todo lo que hacemos ya debería ser ético, justo y ecológico de por si. Sin embargo, a veces es necesario apoyarse en estos adjetivos para marcar una diferencia con respecto a lo convencional o a lo más extendido. Así ocurre con Triodos Bank, que nació hace más de 30 años, y que durante este tiempo se le ha llamado de mil formas: banca social, banca verde o ahora, de forma más reciente, banca sostenible.
Es cierto que hay muchas definiciones de ética y que es un tema tan complejo como el ser humano. La RAE define la ética como una “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. La palabra ética proviene del griego “ethos”, que significa “costumbre”. A menudo se confunde “ética” y “moral”, pues esta última nace de la voz latina “mor, moris”, que significa costumbre, es decir, lo mismo que “ethos”. Pero para aclararnos un poco, me quedo con una diferenciación corriente entre ética y moral: la primera tiene que ver con las elecciones que el ser humano lleva a cabo de forma consciente, y la segunda con las que ejecuta casi por inercia, de acuerdo a lo que le han inculcado, sin pararse a pensar si es bueno, malo o regular.
Según una corriente “clásica”, la ética tiene como objeto los actos que el ser humano realiza de modo consciente y libre (es decir, aquellos actos sobre los que ejerce de algún modo un control racional). No se limita sólo a ver cómo se realizan esos actos, sino que busca emitir un juicio sobre estos, que permite determinar si un acto ha sido éticamente bueno o éticamente malo.
Ello implica establecer una distinción entre lo que sea bueno y lo que sea malo desde el punto de vista ético, y si el bien y el mal éticos coinciden o no con lo que serían el bien y el mal en sí. Personalmente, cuando tengo dudas sobre si algo es bueno o malo, utilizo un método que casi nunca me falla: me pongo en el lugar del otro, de la persona o personas afectadas por mis actos, e intento experimentar cómo me sentiría yo en su lugar ante esa situación. A veces hace falta meditarlo a fondo, pero aclara muchas cosas.
La denominación banca ética tiene sentido porque las entidades que la practican se detienen a valorar la idoneidad social de su actividad. Cada cual con sus criterios (los criterios de financiación de Triodos Bank, positivos y negativos, pueden leerse aquí).
Y ya voy llegando a la razón de por qué no me satisface totalmente el nombre de banca ética. Lo que nosotros hacemos es o debería ser más simple de lo que parece. Desde la banca ética sólo queremos ser como un carpintero que se propone fabricar una puerta bonita, que dure y si es posible con una madera que no contribuya a acabar con los bosques de su pueblo o de una selva en las antípodas. O un agricultor que se esfuerza en obtener alimentos de calidad y que, además, intenta reducir al mínimo el uso de productos agresivos con su campo y el medio ambiente, evitando hipotecar las necesidades de las generaciones futuras.
Sencillamente pensamos y creo que estamos demostrando que podemos ser un banco viable y, al mismo tiempo, no financiar actividades destructivas para nuestra sociedad, sino canalizar el dinero hacia iniciativas con valor real.
¿Dejaremos algún día de necesitar el apellido de ética para denominar lo que hacemos? Yo creo que sí. Algún día dejaremos de ser banca ética porque por fin habremos caído todos en la cuenta de que la especulación u otras prácticas poco beneficiosas para la sociedad son lo extraño, lo anormal. Seremos, entonces, un banco más dentro de un sistema financiero ético.
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