El autor está convencido de que “con permacultura podríamos producir suficientes alimentos para esos 9.700 millones de habitantes que habrá en 2050”.
En la granja del agricultor y escritor Mark Shepard hay todo tipo de vegetación y cultivos: desde avellanos hasta groselleros, desde espárragos hasta flores decorativas. Esto es lo que se llama permacultura. “La permacultura permite producir comida para alimentar al mundo entero”, afirma Shepard. ¿Por qué no siguen su ejemplo todos los agricultores?
“Quien pasa por delante de mi granja sin saber nada puede pensar que se trata del terreno asilvestrado de una empresa agrícola abandonada”. Eso dice Mark Shepard de su granja ecológica, New Forest Farm, una finca de 42 hectáreas en el norte de Estados Unidos.
Shepard —gorra de béisbol y jersey verde de guardabosques— montó su empresa hace veintidós años con la intención de crear un bosque de especies comestibles. Y eso es precisamente lo que parece: la New Forest Farm ofrece el aspecto de una exuberante finca llena de árboles y arbustos. Entre las plantas hay gallinas picoteando y cabras, ovejas y vacas pastando. La empresa, entre otras cosas, produce avellanas, espárragos, manzanas, cerezas, distintos tipos de verdura, uvas y flores decorativas. El ganado abona el terreno y se come las malas hierbas.
Agricultura restaurativa
Aquí lo que hacemos es imitar a la naturaleza silvestre, comenta Shepard, escritor de Agricultura restaurativa, el superventas internacional sobre permacultura. “En eso se diferencia la permacultura de otras formas de agricultura, incluida la ecológica. Los agricultores suelen trabajar con monocultivos: un campo entero de lechuga o maíz. Nosotros distribuimos nuestros cultivos en franjas de tierra largas y estrechas: en una ponemos flores decorativas, unos metros más allá, espárragos, y al lado de estos una franja con cebollas silvestres. La mayoría de los cultivos son plurianuales, de modo que la tierra nunca queda en barbecho después de la cosecha, lo cual no ocurre nunca en la naturaleza”.
Además, dentro de cada franja plantamos cosas diversas, explica Shepard. “En una franja puede haber, por ejemplo, avellanos y, debajo de ellos, arbustos groselleros y césped o especias. Si das con la combinación adecuada, las propias plantas se encargan de encontrar un equilibrio y casi no hace falta podar ni arrancar hierbas. Yo solo me basto para hacer la mayor parte del trabajo de la granja. Únicamente durante la cosecha contrato a gente para que me echen una mano”.
La lucha contra el cambio climático
Según sostiene Shepard: “La agricultura ordinaria esquilma la tierra. Hasta las plantaciones ecológicas tienen menor diversidad que la tierra de un bosque. Con la permacultura se recupera la fertilidad del suelo hasta alcanzar los niveles de un espacio natural”.
Además, esta forma de cultivar contribuye a la lucha contra el cambio climático. “Los árboles absorben CO2 y lo transforman en oxígeno. Si plantáramos árboles en el 10% de la superficie dedicada a la agricultura, la concentración de CO2 descendería a los niveles de 1880. Y si destinamos ese 10% de tierra a bosques de especies comestibles, obtenemos además una producción muy útil”, afirma.
Ríos contaminados
Shepard creció en los años 50 y 60 en Massachusetts, en la costa este de Estados Unidos. “El agua del río próximo a la casa de mis padres tenía cada día un color distinto, en función de los residuos y los productos químicos que hubieran vertido las fábricas situadas río arriba. Era habitual ver pasar bancos enteros de peces muertos. Esa experiencia me sirvió de estímulo para estudiar ecología”.
Durante su trabajo como ecólogo y protector de la naturaleza, Shepard tuvo mucho contacto con agricultores. “Los agricultores administran gran parte del campo, pero no siempre prestan la suficiente atención a la naturaleza. Poco a poco me fui dando cuenta del valor añadido que genera la combinación de agricultura y conservación de la naturaleza. A fin de cuentas, ¿qué puede ser mejor que cultivar especies comestibles de tal forma que la naturaleza también se beneficie de ello?”
¿Cómo entró Shepard en el mundo de la permacultura? “A principios de los años 90 tuve la oportunidad de comprar una empresa agrícola ordinaria y la transformé en una de las empresas de permacultura más grandes del mundo”.
“Cuando empecé a trabajar aquí no había nada más que 42 hectáreas de prados y tierras de cultivo. En el curso de los años hemos plantado 250.000 árboles, los cuales constituyen la base del bosque de especies comestibles. Debajo de los árboles, y en torno a ellos, cultivamos otras plantas”.
Taludes y paredes rocosas
Los árboles y las plantas crecen en todas partes, explica Shepard. “Incluso en paredes rocosas, taludes en los márgenes de los caminos y pequeños jardines urbanos. Si cultiváramos especies comestibles en todos los lugares donde pueden crecer plantas, ampliaríamos de manera extraordinaria la superficie agraria del planeta. En un país tan densamente poblado como Holanda también se desaprovechan muchos espacios verdes y muchas cunetas”. El planeta entero es nuestro jardín, afirma Shepard. “Crecen plantas hasta entre los adoquines de las calles de Nueva York”.
Según explica el experto, el paso a la permacultura tiene también consecuencias para la comida que encontramos cada día en nuestro plato: “Ahora como más frutos secos, fruta y hierbas, y casi ninguna verdura anual como la lechuga. Pero esa dieta suministra las suficientes calorías y aporta todos los nutrientes esenciales”.
Alimentar al mundo
Naciones Unidas estima que el planeta alcanzará los 9.700 millones de habitantes en 2050: más de 2.000 millones más que ahora. “Durante los últimos años se ha hablado mucho sobre cómo vamos a alimentar a una población mundial que no para de crecer”, apunta Shepard. “Yo estoy convencido de que con permacultura podríamos producir suficientes alimentos para esos 9.700 millones de habitantes que habrá en 2050. Es más, con permacultura se puede, porque esta forma de agricultura demuestra que se pueden producir alimentos en todas partes, literalmente, y ofrece oportunidades en zonas aparentemente estériles de, por ejemplo, África, aunque para la permacultura también hace falta que haya suficiente agua. Sin agua no crece nada”.
El problema de la alimentación mundial es en gran medida un problema de distribución, opina Shepard. “En la actualidad se producen a escala mundial más alimentos de los necesarios para alimentar a todo el mundo. El problema es que la producción está mal repartida. En muchas zonas de África y Asia se cultiva demasiado poco para alimentar a la población local. Además, muchos países y regiones pobres no están en disposición de importar suficientes alimentos. Pero si todos esos países se pasaran en masa a la permacultura, podrían satisfacer gran parte de sus necesidades alimenticias”.
Iniciativas inspiradoras
“Dado que la permacultura es completamente distinta de otras formas de agricultura, cuesta tiempo convencer a la gente de su potencial y su valor”. Y a pesar de todo, cada vez hay más proyectos de permacultura en el mundo, incluida Holanda: www.permacultuurnederland.org. Según defiende Shepard, “Son ejemplos inspiradores que demuestran cómo se puede recuperar la fertilidad del suelo a través de la agricultura, combatir el cambio climático y resolver el problema de la alimentación mundial”.
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MARK SHEPARD
AUTOR DE AGRICULTURA RESTAURATIVA
Mark Shepard (1950) es el autor de Agricultura restaurativa, el superventas internacional sobre permacultura. Se crió en Massachusetts, en la costa este de Estados Unidos. Tras sus estudios de ecología e ingeniería, a principios de los años 90, decidió combinar actividades de conservación de bosques con agricultura y ganadería. Con sus 42 hectáreas, su granja de Wisconsin, New Forest Farm, es una de las empresas de permacultura más grandes del mundo.
Artículo publicado originalmente en De Kleur van Geld, (revista de Triodos Bank en los Países Bajos).
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