¿Alguna vez te has planteado hasta qué punto nuestras decisiones económicas influyen en el mundo?
Por ejemplo, hace varias décadas hubo gente que, con su tenacidad y conciencia en el uso del dinero asestó un golpe importante al sistema que amparaba al Apartheid en Sudáfrica.
¿Cómo? Presionando para elegir en qué no quería que se usasen sus ahorros o inversiones. Y funcionó.
Este caso en particular comenzó a gestarse en 1975. La organización estadounidense Interfaith Center on Corporate Responsibility (ICCR), que integra varios grupos religiosos de diferentes creencias, inició una campaña para presionar a 47 bancos del país con el objetivo de que dejasen de financiar al Gobierno sudafricano. De no hacerlo, aseguraban, retirarían sus depósitos de forma masiva.
La primera reacción de los ejecutivos de las entidades fue escudarse en su obligación de encontrar rentabilidad para los fondos que se les habían confiado. Pero, con el avance de la acción, se constató una progresiva apertura hacia los aspectos sociales que tanto preocupaban a la ICCR.
Los bancos tardaron 10 años en plegarse a estas reivindicaciones, pero lo hicieron, y el grifo financiero del régimen de Sudáfrica se secó en gran medida. De acuerdo con los historiadores, la adopción de valores por parte de la banca contribuyó a la caída del statu quo que imperaba en el país.
Otros ejemplos destacados de influencia de la sociedad civil a través del dinero se han dado en momentos como la guerra de Vietnam. En este sentido, las acciones han evolucionado desde la desinversión hasta el “consumo positivo”, fomentando una sociedad más justa desde las finanzas.
La banca ética marcó el camino hacia un futuro sin combustibles fósiles
Hoy, la emergencia climática nos muestra cómo, también en este ámbito, cualquier persona puede tomar partido a partir de cómo utilice su dinero. Con actitudes de consumo responsable que incluyen la elección de banco.
Triodos Bank fue pionero en invertir en energías renovables, lo que inició ya en 1986, como respuesta al desastre de Chernóbil, que puso al descubierto los riesgos de la energía nuclear. Igualmente, no financiamos combustibles fósiles, cuyas emisiones causan el efecto invernadero.
Así, encabezamos un movimiento por la desinversión en estos combustibles contaminantes, causa que pocos imaginaban podía alcanzar la dimensión actual.
Fossil Free, red internacional que aúna diferentes campañas nacidas para concienciar sobre la necesidad de esta desinversión, cifra en 5,42 billones de dólares el volumen económico que se ha apartado de este ámbito. Los autores de esta reducción son unas 750 organizaciones y más de 58.000 inversores individuales.
Con ánimo de aumentar su influencia positiva, Triodos Bank se reafirmó en su convicción durante la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en París (COP21), con su incorporación al compromiso de Paris.
En esta iniciativa se solicitó a los principales actores financieros del mundo que proporcionen los 13,5 billones de dólares de inversión en proyectos de ahorro de energía y actividades bajas en carbono que la Agencia Internacional de la Energía considera necesarios durante los próximos 15 años para alcanzar un cambio de paradigma global hacia la sostenibilidad.
Este compromiso de varias entidades financieras holandesas, conocido por su denominación en inglés de Dutch Carbon Pledge, también busca armonizar la medición y comunicación de impacto de la actividad financiera en huella de carbono.
Desinversión fósil: ¿una tendencia?
Hoy, las actitudes que empezaron a poner en práctica grupos de personas comprometidas, entidades sociales y bancos pioneros comienzan a impregnar el conjunto de la sociedad.
Es prueba de ello, por ejemplo, el llamamiento a no invertir más dinero público en combustibles fósiles realizada por un grupo de alto nivel en finanzas sostenibles nombrado por la Comisión Europea.
“Cómo inviertes ahora tu dinero determinará cómo será el mundo en el futuro”, advierte por su parte el informe Impact Investing and the Choice to Divest.
La tendencia hacia la desinversión en carbono gana apoyos en el sector financiero, en las administraciones públicas y también en empresas de multitud de sectores. Se ha unido a ello, por ejemplo, el Deutsche Bank alemán, que indica que no ampliará sus inversiones actuales en combustibles fósiles. En la misma línea se sitúa el Fondo Soberano Noruego.
Casos de éxito como los mencionados son la prueba de que el uso del dinero para mejorar la sociedad no solo no son una utopía, sino herramientas eficaces para todos aquellos que no quieren quedarse de brazos cruzados.
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