Con un estilo directo y comprometido, Barea nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar la memoria cultural LGTBIQ+, no solo como acto de justicia histórica, sino como herramienta para entender de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. 

¿Cómo crees que la condición LGTBIQ+ de las personas artistas de las que hablas en tu libro, y su necesidad de ocultarse, influyó en su obra?

Esta es una pregunta muy interesante que siempre es conveniente responder. Y es que hay un mantra habitual que se suele repetir cuando se habla de este tema y es el de «no necesito saber con quién se acuesta para disfrutar de su obra». Pero la realidad es que conocemos de sobra las innumerables amantes que tuvo Lope de Vega, que Machado se casó con su querida —y jovencísima— Leonor o que Mario Vargas Llosa tuvo una larga relación con Isabel Preysler después de dejar a su mujer. Es decir, solo nos interesa la vida personal de quien se dedica al arte cuando es alguien cisheterosexual.

Por otro lado, también es necesario aclarar que, por supuesto, la vida sentimental de una persona influye en su obra artística. Por ejemplo, Federico García Lorca escribió Poeta en Nueva York,  una de sus obras más celebradas internacionalmente, debido a que su novio lo dejó y él, para intentar olvidarlo, se marchó a la ciudad de los rascacielos.

Y si hablamos de necesidades, ¿cuál es el valor de esta obra en estos tiempos que vivimos?

Recuperar y conservar la memoria siempre es necesario. La necesitamos para valorar las decisiones que hemos tomado. Cuáles han sido erróneas y cuáles acertadas. Y esto es aplicable tanto a la sociedad como de forma individual. Necesitamos aprender de nuestros errores, no repetir injusticias y no dar pasos atrás. Venimos de tiempos muy oscuros en los que se castigaba a quien era diferente, a quien se consideraba más débil, a quien no encajaba dentro de los cánones físicos, intelectuales o de masculinidad o feminidad hegemónicas: personas LGTBIQ+, mujeres, personas con discapacidad… Se nos trataba con violencia, con condescendencia, con indiferencia, o incluso todo a la vez. Necesitamos saber de qué punto partimos para no volver a estar ahí. Y ahí radica el valor de este libro. Es una obra que recuerda todo aquello por lo que tuvieron que pasar muchas personas disidentes y hasta dónde, incluso a pesar de las zancadillas, consiguieron llegar.

Estás en plena promoción, con lo que esto supone en época de ferias del libro. ¿Cuál ha sido la acogida del libro?

La verdad es que no puedo estar más contento. Acabo de llegar de Viena, de una serie de actos organizados por la Embajada de España y el Instituto Cervantes de allí. También tengo programadas presentaciones en Albacete, Cádiz, Getafe y Barcelona, entre otras ciudades. Pero si me tuviera que quedar con algo sería con una cosa que me dijo una mujer después de una presentación en Viena. Se me acercó y me contó que ella era heterosexual y que era consciente de que esas personas lo habían pasado mal, pero que nunca había llegado a imaginarse hasta qué punto. Y creo que esa es la principal finalidad de esta obra. Que se ponga sobre la mesa el sacrificio que muchos estas personas hicieron por intentar alcanzar, en su arte y en su vida, una felicidad que para otras eran tan simple como salir a la calle y coger a su pareja de la mano. O casarse. O dejarle su herencia. O llevarla a cenar en Nochebuena con el resto de la familia.

¿Sufres o has sufrido episodios que se puedan atribuir a la intensa polarización que vivimos?

La polarización está por todas partes. He llegado a escuchar cosas tan inauditas como que a Federico García Lorca no lo mató el bando franquista, sino que lo asesinaron por haber escrito La casa de Bernarda Alba. Es decir, hay un intento tan desesperado de blanquear la dictadura que resulta increíble. A veces hasta ridículo. Se puede ser de izquierdas o de derechas, hasta cierto punto eso es lo de menos,  pero no se pueden justificar actos o periodos que atentan contra la dignidad o la libertad de los seres humanos. Y da igual si hablamos de la dictadura de Franco, de la de Fidel Castro o del genocidio en Gaza. Una cosa es la ideología y otra muy diferente es apoyar regímenes sangrientos que, bajo el paraguas de una libertad falsa , intentan erradicar a quienes les estorban.

Lorca, Cernuda, Tórtola Valencia, Francis Bacon… Son artistas de la primera mitad del S. XX, en una España muy diferente tanto política como socialmente. Pero ¿y hoy? ¿La orientación sexual o la identidad de género puede influir en la carrera de una persona en el mundo del arte? 

Actualmente, y por suerte, la democratización de la cultura nos ha permitido desarrollar estrategias para la creación mucho más accesibles que en el siglo pasado. Es decir, con un ordenador y una conexión a internet tienes potencial para acceder a un público e, incluso, hacerte popular. La creación  escapa al control de la falsa moralidad y la red ha hecho saltar por los aires las industrias —la del arte, la del cine, la de la música—. Ya no necesitas aspirar a entrar a una industria que se digne a permitirte (o no) la entrada a su Olimpo. Gracias a esto ha habido una explosión de creación desde los márgenes que, a veces, también se ha convertido en mainstream. Hablo de personas como Samantha Hudson, Alana Portero o RuPaul, por poner solo algunos ejemplos. Han trascendido los márgenes y desde su propia singularidad han conseguido posicionarse en el centro sin renunciar a lo que son.

Por otro lado, creo que ahora la mirada está más puesta en las personas trans. Son ellas quienes deben desarrollar todo su potencial porque son las que reciben más odio en la actualidad y a las que intentan arrinconar y borrar su identidad. Pero eso ya es otro tema que daría para otra entrevista completa.

Y para finalizar, dos preguntas enlazadas:

¿Por qué recomendarías la lectura de Rebeldes del deseo a personas interesadas en la temática LGTBIQ+?

Porque van a descubrir parte de nuestro pasado, no tan conocido como lo es el de artistas normativos. Aquí podrán leer historias que han sido silenciadas, algo que puede ser muy gratificante porque, en cierto sentido, nos permite devolver a muchas personas la dignidad robada. Es, por decirlo de otra forma, una forma de honrar a quienes pusieron el cuerpo y la voluntad para avanzar y llegar hasta donde estamos.

¿Y por qué se lo recomendarías a personas que, en principio, no muestran ese interés?

Pues por lo mismo. Este libro les va a permitir acercarse a historias de personas muy famosas pero con su sexualidad silenciada. Se van a dar cuenta de que tampoco son tan diferentes al resto del mundo y que sentían, sufrían, amaban, les rompían el corazón, etc. Algo por lo que cualquier persona «normal» ha pasado y que, por mucho que se intente negar, quienes somos disidentes también vivimos y viviremos. Como escribo en el libro, "estuvimos, estamos y estaremos". Y eso no hay quien nos lo quite.